Queridas todas, y todos, quiero contarles algo que descubrí hace poco:


Hace 40 mil años aproximadamente, el ser humano apareció en ésta Tierra llena de peligros y hermosura. El menos adaptado de los animales: ni colmillos, ni alas, ni pelo, no corre, no nada, no vuela… un ser bastante frágil. Sin embargo, la naturaleza, Dios, el Universo o como guste cada quien llamarle, lo dotó de un cerebro consciente, capaz de razonar, pensar y sentir. ¿Por qué la naturaleza sacrificó el ser grandes y fuertes por tener un poco más de corteza cerebral?
Esa consciencia es la responsable de nuestras angustias, nuestros miedos y nuestro estrés, aunque también de nuestra gratitud, compasión y amor. Básicamente de nuestra humanidad


Y a pesar de todo pronóstico el ser humano ha conquistado el mundo.
Tenemos la capacidad de aprehender, aprehendimos a nadar como los peces y a volar como las aves; creamos tecnología, obras maravillosas de arte que son la expresión de nuestro espíritu. Podemos ver nuestro mundo, podemos sentirlo y, si nos esforzamos, comprenderlo. Pensemos un poco… en lo que sentimos cuando vemos un ave volar, en el cielo, si, ese que no miramos por estar ocupados con las labores del día a día… el cielo, las nubes, como cambian, como se transforman a cada momento. Así es la vida, así es nuestra esencia, transformable y cambiante.
Hombres, mujeres, el género no importa. ¿Qué es lo que todos anhelamos? Felicidad… Todo lo que hacemos  es porque creemos que así estaremos mejor de lo que estamos. Nos la pasamos buscando la felicidad en un trabajo, un lugar una pareja, esperamos y le exigimos a la vida que nos de esa felicidad tan anhelada… y nunca nos hemos puesto a pensar que el único lugar en el que la podemos encontrar  es dentro de nosotros. Y quizá suene a frase cliché, quizá han escuchado eso un millón de veces y han hecho como que lo han entendido, pero ¿alguna vez se atrevieron a experimentarlo realmente? Verse en el espejo, reconocerse, comprenderse y amarse, atreverse a ser realmente lo que son, sin esperar nada de nadie, sin necesitar de nadie.
Imagina nada más, imagínate hace 40 mil años, en una cueva, afuera nevando, rodeado de animales peligrosos… imagina al primer hombre o mujer que sacó una chispa de fuego, al que creó la primera rueda, a los que construyeron grandes pirámides, los que empezaron a pensar en el propósito que tiene nuestra vida. Solo piensa en todo lo que ha logrado la especie humana, ve de donde viene, y ahora a donde va. Mujeres, hombres, tenemos la capacidad más asombrosa que la naturaleza puso sobre esta tierra. Todo cuanto hemos creado, y todo cuanto hemos destruido, todo lo que la especie humana ha sobrevivido. Tenemos un poder sorprendente, la capacidad de lograr lo que nos propongamos… y esa es la realidad, solo necesitamos quererlo.
A pesar de todo este poder, no vemos gente feliz a nuestro alrededor ni en el espejo. Nos la pasamos presas del miedo, presas del “debería de ser” que nos han metido en la cabeza desde pequeños- deberías de ser más bonita, más inteligente; deberías de conseguirte un hombre mejor; deberías de casarte, tener hijos, cocinar más rico-. Tantas y tantas tontas limitaciones que han implantado en nuestra cabeza, limitando lo que somos, no dejándonos ser. Y es que, realmente, lo único que necesitamos es ser. El mundo está lleno de imitadores, gente falsa, estereotipos, que se escudan atrás de máscaras para esconder su miedo… todos hemos estado atrás de esa mascara más de una vez. Y, ¿para qué? ¿Nos ha servido de algo? ¿Estamos contentos con nuestras vidas, nos sentimos orgullosos y agradecidos al vernos al espejo, al contemplar nuestra vida? ¿Estamos bien con los demás, somos capaces de amarlos, respetarlos y relacionarnos libremente? Simplemente volteen alrededor, y volteen hacia su interior, ahí está la respuesta. Porque lo sabemos, lo intuimos, pero tenemos miedo de verlo. Porque la libertad y la felicidad acarrean el volvernos responsables de nuestra vida; pues al que mucho se le es dado, mucho se le es requerido. Y nosotros lo tenemos todo, la capacidad de hacer lo que nos propongamos, solo necesitamos quererlo.
Las historias de fracaso no están ahí porque la gente sea incapaz, sino porque no luchó lo suficiente, porque no fue lo suficientemente valiente para hacer lo que quería a pesar del miedo.
 Sentimos la necesidad de destacar, de ser queridos y aceptados, de competir, de controlar… pero realmente no competimos con nadie, solo podemos crecer día con día; porque no necesitamos ser amados, necesitamos aprender a amar; porque siendo uno mismo es como uno destaca, sin necesidad de buscarlo. No podemos controlar nada, la vida es, no responde a nosotros, solo podemos fluir. La vida es como un río, vivo, en movimiento y nosotros vamos flotando en el, en ocasiones el miedo nos hace agarrarnos de una roca a la orilla, sin dejarnos fluir y nos quedamos ahí, en una zona que es bastante cómoda pero que no nos lleva a nada y nos deja con una sensación de frustración. ¡Suéltate de esa roca y atrévete a ir con la corriente! Realmente no pasa nada, te tienes a ti mismo y eso es lo único que necesitas. Sí, tenemos la capacidad. Que si da miedo caerse, llorar, no lograrlo; que no tenemos nada seguro y el futuro siempre es incierto, y sí, todo puede pasar, ¿pero que no podemos estar bien a pesar de lo que pase? Esa es la verdadera felicidad: el poder tener paz a pesar de las circunstancias. Y eso, solo esta en nosotros mismos. La realidad así es, pero nosotros elegimos que música le queremos poner a nuestra vida, como queremos vivirla. ¡Que ha eso venimos al mundo! A experimentar, a disfrutar y a descubrir el mundo y a nosotros mismos, ¡a vivir!
Cada quien tiene un camino distinto y llegará a lugares diferentes, pero todos hemos de llegar a nuestro máximo. Nunca olviden todo el poder que tienen y toda la belleza que contiene su ser, yo creo en ello, créanlo ustedes también. 


-       Una mujer que cree.


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